El fin de la noche

Jun 20, 2019 | AFA, FIFA, Mundial 2019, Primera "A", Selección Argentina

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Por Nico Valado emocionado desde París

Argentina remontó por primera vez en la historia de los Mundiales Femeninos un 0-3. Milagros Menéndez y Florencia Bonsegundo -2- convirtieron los goles de la hazaña. Ahora, a esperar.

La noche está cerrada en París. El Estadio ya está apagado. Pasó la zona mixta, las lágrimas, los abrazos, las declaraciones entrecortadas. La conferencia de prensa de Carlos Borrello solo con la agente de FIFA. Afuera hay un murmullo fuerte que viene de la calle. La calle está casi vacía. La vereda está repleta de argentinos, argentinas. Banderas, vinchas, gritos, las canciones nuestras. Aparecen las jugadoras y la multitud explota. Parece que Argentina acaba de consagrarse campeona. Bueno, un poco sí.

Faltan tres horas para el partido. Los alrededores del Parc Des Princes están vacíos. Hay vallas, algún hincha argentino suelto y nosotros. 3, 4 periodistas que no podían manejar la ansiedad mirando el techo de sus hogares de tránsito. Aquí estamos en tránsito. La Selección Argentina está llegando a esta cita con la historia. Un triunfo la pondrá en octavos de final, un empate la pone a esperar resultados de otras selecciones. Aquí estamos, viendo cómo el cielo muta de un celeste pleno a un gris oscuro de lluvia por venir. No tenemos ni idea de lo que está por pasar.

“2-0” nos dice un jujeño de Ledesma en una de las puertas del Estadio. Confía. Es la primera vez que va a ver a la Selección en la cancha. Esta. La Femenina. La Selección. Más allá están los cautos. Los socios del club “hay que ver”. Los que no saben qué puede pasar esta tarde. Ellos estarán más cerca que los compatriotas optimistas. Había que ver. Había que creer. Argentina salta al campo de juego de París. Cae una ovación desde las tribunas a la altura de lo que este equipo se está jugando en el césped.

Suena el himno. Agustina Barroso se quiebra con las estrofas de la canción nacional. Las jugadoras miran con orgullo las tribunas, cómo la gente corea, cómo se cae el aliento de las camisetas argentinas en esta tarde/noche parisina. Son las 21 y todavía no atardece. La noche no caerá hasta dentro de un rato pero antes, mucho antes, tendremos emociones. Banini habilita a Bonsegundo (MVP) y el centro cae sobre el segundo palo para que Larroquette cabecee. Travesaño. Escocia, en su respuesta automática, convierte el primer tanto. Little aprovecha un rebote en el área chica y convierte la ventaja para las europeas.

La Selección iba. Era más que su rival y buscaba los caminos al gol. No los encontraba. Intentaba, muchas veces chocando con la resistencia escocesa, empatar un partido que se hacía cuesta arriba. Entretiempo. Descanso. Aliviar tensiones. Argentina se desconectó de cara al principio de la segunda mitad. Cabezazo en el área. 2-0 para Escocia. Todo empezaba a suceder más rápido.

Ya no sé si el tiempo es relativo o absoluto. 24 minutos del segundo tiempo. Gol de Escocia. 3-0. Correa desactiva un cabezazo al ángulo y en el rebote Cuthbert manda la pelota al fondo del arco. Todo era cuesta arriba. Imposible. Inaccesible. Casi tanto como jugar al fútbol siendo una nena en argentina habiendo nacido entre los 80 y 2000.  0-3. Banini y Jaimes afuera. Menéndez e Ippolito adentro. El escenario era desolador. El ánimo empezaba a derrumbarse. Afuera. Adentro seguían creyendo.

Dalila Ippolito, a sus 17 años, jugó en el Parque de los Príncipes de París cómo si lo hubiese hecho durante toda su vida. Pisada, gambeta, enganche y asistencia. Pase de la joven para Menéndez y empezaba la remontada. Un dominó de goles. Entender el Momentum a la perfección por parte de las jugadoras dentro del campo de juego. No había imposibles, era sólo hacer que las cosas sucedieran dónde parecía no haber lugar para nada fuera de libreto.

A la larga, ser argentino es vivir fuera del libreto. Ser argentino es creer que se puede aunque no haya lugar para creer. A veces perderemos. Pero hoy no. Florencia Bonsegundo, la de Morteros. La de Córdoba. La que jugaba en el potrero con los vecinos varones del barrio. La que en esta noche cerrada de París cree más que nadie e intenta un disparo de 30 metros que la arquera –ni el travesaño- pueden detener. 2-3. Mirá si ahora nos vamos a bajar de esta locura que nos hizo cruzar el Atlántico. Mirá si no vamos a romper el protocolo con el gol de la número 11 que se tira al piso cuando las piernas parecen no dar más.

¡PENAL! PERO ESO ES PENAL. Aldana Cometti cae derribada en el área y empieza una sucesión de eventos que desembocarán en la algarabía total. Cometti cae. La jugada sigue, la árbitra se toca el oído. En la pantalla gigante marca que hay revisión de VAR. Tic tac. Tic Tac. Van a pasar cerca de 5 minutos entre revisión y decisión. Parecieron dos horas. El tiempo es relativo o absoluto. Aparece Agustina Barroso saltando en un costado del campo de juego. Levanta los brazos. Arenga la tribuna. Parque de los Príncipes se vuelve celeste y blanco empujando desde el aliento la decisión de la árbitra. Tic Tac. Tic Tac. Gesto de televisor. Entrada al campo de juego. Hay penal para Argentina aquí en París.

Patea Bonsegundo. Ataja la arquera. Decepción. La pelota se va al costado, falta de Larroquette. Parecía ser el final. Mano en la oreja de la árbitra. Tic Tac. VAR. La arquera se adelantó. Penal de vuelta. Rematch. La arquera Alexander saca el papelito para ver adónde va a patear la argentina. Ya no sirve de nada. Argentina, a puro temple, coraje y convicción, pasó por encima a una Escocia que se vio encerrada en un laberinto del que nunca pudo salir. Patea Bonsegundo. Delirio. Sacando el imposible de la conversación. Dejando lo posible. Destruyendo la historia por tercer partido consecutivo en menos de diez días.

La pantalla gigante anuncia 4 minutos más. No pasaron treinta segundos. El partido se termina. Nadie entiende qué está pasando. Terminó. Argentina levantó un partido que parecía irremontable. Hace hablar a un país de estas jugadoras. Hacen, descubrir a una gran parte de la población, la existencia de esta Selección dispuesta a dejar todo dentro de un campo de juego sólo por el honor de vestir la camiseta albiceleste que hoy fue azul. Argentina hace que el mundo se de vuelta y sea testigo de la historia sucediendo aquí mismo. Un día se hablará de cómo aquí, en esta noche del 19 de junio, empezó todo.

La noche está cerrada en París. La noche se va terminando. La literal y la metafórica. La noche por la que atravesó el fútbol femenino argentino va aclarándose hasta encontrar su amanecer más tarde que temprano. Al costado del estadio la noche sigue cerrada. Una multitud saca medio cuerpo sobre la valla estirando bandera, camisetas, teléfonos para hacer una selfie con las jugadoras. En esta noche de París hay una multitud agolpada para despedir a estas jugadoras y solamente decirles: GRACIAS.

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